nostalgia

la nostalgia
hija bastarda
de la memoria
espera agazapada
que demos
un mal paso
y nos precipitemos
al abismo
del olvido
para reírse
de nuestras
lágrimas
la nostalgia
es una araña
que hace nido
en las heridas
y evita
que cicatricen
la nostalgia
es un rumor
una leyenda
la nostalgia
es sólo saliva
la nostalgia
al
fin
es
seguir
           esperando                                                                      

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pretérito anterior (IV)

y espera que una noche
el canto de los grillos
que afilan con sus élitros
guadañas
                te despierte

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INCERTIDUMBRE

toda certidumbre

es maldición

toda explicación

fracaso

 

            no peso no piso paso no poso

            poso paso piso peso

            paso no peso piso poso

            no poso paso peso piso

            no piso poso no peso no paso

            poso  peso no piso no paso

            peso no poso piso no paso

            paseo no poseo no peso poso

            no piso paso no piso peso

            poso paso no poseo no paseo

            no paso peso piso poso

            no poso no piso no paso peso

            piso no paso no peso poso

            no poso no peso no piso no paso

            no poso peso no piso paso

            no paseo poseo paso no peso

            no poso piso no poso no paso

            no peso piso paseo poseo

 

conocerse a uno mismo

es fruto del engaño

que te conozcan los demás

            es fruto de la casualidad

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ESTOCOLMO

1.

sólo así
consigo
escapar de
mi pesadilla
cerrando
tus ojos

    evalúas
    uno a uno
    con tu lengua
    mis empastes
    sólo es eso
    no hay amor

soy el animal
que tú supones
que soy

2.

    no amanece
    con el único propósito
    de que mi nombre
    siga oculto

mi identidad
es posible
si la tempestad
no amaina

    no me hundo
    desciendo

sucede
lo que sucede
aun cuando
nada sucede

3.

    si dejo de mirarte
    mi sueño se convierte
    en una herida

no tenía
que haberte escrito
los versos
que no tenía
que haberte escrito
los otros sí
pero los quemé

    hurgas en mi sexo
    y mis manos
    sucias del hollín
    de la derrota
    tiznan tu silencio

4.

es inútil justificarme
con la excusa de una promesa
que no puedo incumplir
o un mandato
que me es imposible desobedecer

    para que tú
    me quisieras
    rasgué
    mis párpados

conocer las circunstancias
que han provocado esta situación
carece de interés para ambos
porque ni a ti te consuela
ni a mí me redime

5.

    yo sé que mi cadáver
    está tras esa puerta

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pretérito anterior (III)

         “No sé si es el corazón o el alma, el cuerpo destrozado en muchas ocasiones, cansancio siempre, pero eso que no sé se me estrangula, como si los nervios lo agarraran por el pescuezo, si lo tuviera, y apretaran, aprietan, hasta que la lengua amoratada asoma entre los dientes de la boca abierta en busca de aire, fuera de su cavidad los ojos totalmente. Necesito descansar. Cuánta pereza. Apenas un pie fuera de la cama, la almohada húmeda aún de mis lágrimas, oigo el silbido de la cafetera. Café negro y aspirina al levantarme, a media tarde café negro y aspirina y pensar, sola, pensar, pensar, y llorar. Quién me oyera cuando limpio la cocina, por ejemplo, hablando sola, en voz alta para que mis pensamientos no golpeen las paredes de mi cráneo, insoportable dolor de cabeza, aspirina, nervios, café negro, nervios. Nada como por culpa de estos nervios que estrechan la boca de mi estómago”.

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vencer al enemigo (y IV)

me transformaré en cansancio
reflejo de metáforas antiguas
y manos indagando los rincones
de un cadáver

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vencer al enemigo (III)

 

orinamos las esquinas
                                      vomitamos las aceras
nos dejamos arrastrar por la cólera del verbo

o de la mano del ascético silencio
nos hundimos
                        en la ciénaga
                                               del miedo

oír como el vacío se desnuca

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vencer al enemigo (II)

decir
mi cuerpo hiede
                           a rosas moribundas
mentir
            y
que cruja
                el andamiaje de tus huesos

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tripalĭum (III)

Prefacio de Isaiah Berlin a Reflexiones sobre la violencia de Georges Sorel. * 
  

     […]A Sorel le dominaba una idée maîtresse: la de que el hombre es un creador que únicamente se realiza cuando crea, no cuando recibe pasivamente o se deja llevar por la corriente. […]Para Sorel, el hombre es, antes que nada, un productor que se expresa en y a través de su obra, un innovador cuya actividad altera el material que la naturaleza le suministra, y que él aspira a transformar conforme a una imagen o esquema que concibe en su interioridad y genera espontáneamente. Es la propia actividad productiva la que engendra este esquema y lo modifica al realizarse libremente, sin obedecer ninguna ley, concebida a manera de un manantial natural de energía creadora que sólo es posible aprehender por un sentimiento interior, y nunca mediante la observación científica o el análisis lógico. […]

     […]En su condición mejor, es decir, más humana, el hombre busca en primer lugar realizarse, individualmente y con los que le rodean, mediante una actividad espontánea, libre, creadora, mediante un trabajo que consiste en imponer su personalidad sobre un entorno recalcitrante. […]No ser sujeto paciente, sino agente, no ser elegido sino elegir, imponer forma al caos que encontramos en el mundo de la naturaleza y en el mundo del pensamiento: ése es el objetivo del arte y de la ciencia, y pertenece a la esencia del hombre en cuanto tal. El hombre resiste todas las fuerzas que pretenden mermar su energía, despojarle de su independencia y de su dignidad, matar a su voluntad, aplastar todo lo que en él pugna por una autoexpresión insustituible y reducirlo a la uniformidad, la impersonalidad, la monotonía y, en última instancia, la extinción. El hombre sólo vive plenamente en y a través de sus obras, no a través del disfrute pasivo o de la paz y seguridad que podría encontrar en el sometimiento a las presiones externas, al hábito o al convencionalismo, ni cuando renuncia a utilizar, para sus fines propios y libremente determinados, el mecanismo de las leyes de la naturaleza a las que está inevitablemente sujeto.

     […]el verdadero fin de la vida humana: el intento de hacer algo digno de su autor, el esfuerzo por ser y hacer algo y por respetar ese mismo esfuerzo en los demás.

     […]todo cuanto el hombre posee se lo debe a su propio trabajo incansable.

     […]Los hombres, cuya esencia, para Sorel, es la de ser entes activos, se ven perpetuamente amenazados por dos peligros igualmente funestos, un Escila y una Caribdis. El Escila es el cansancio, el desánimo, es cuando los hombres rehuyen el esfuerzo para darse a la buena vida, o se entregan al quietismo y caen víctimas de los manejos de hábiles maniobreros que destruyen todo honor, energía integridad e independencia para sustituirlos por el imperio de la astucia y del fraude, la mano muerta de la burocracia, leyes que granujas sin escrúpulos pueden volver en su propio provecho, con la ayuda y la complicidad de un ejército de expertos: prostitutas y lacayos de quienes detentan el poder, histriones desocupados y parásitos serviles como Voltaire y Diderot, “los bufones inmorales de una aristocracia degenerada”, burgueses que aspiran a remediar los gustos de una nobleza ociosa y dedicada a los placeres. La Caribdis es el despotismo de los teóricos fanáticos, “el delirio salvaje del optimista enloquecido por la resistencia imprevista a sus planes”, que está dispuesto a destrozar el presente “por edificar la felicidad del futuro sobre sus despojos”. […]

     […]No es la posesión de ideas comunes, de convicciones engendradas por el raciocinio, lo que crea vínculos verdaderamente humanos, sino la vida en común y el esfuerzo comunitario. […]Las asociaciones que tienen por objeto el lucro o la utilidad, que se fundamentan en un acuerdo artificial, como es el caso evidente de las instituciones políticas y económicas del sistema capitalista, ahogan el sentido de una humanidad común y destruyen la dignidad humana al generar un espíritu de oportunismo competitivo. […]

     […]De Marx (reforzado por su interpretación personal de Vico) toma Sorel su concepción del hombre como ser activo, nacido para trabajar y crear; de ello se sigue su derecho a sus herramientas, porque ellas son una extensión de su naturaleza.

     […]Toda creación es una lucha[…]A través de esta lucha de los hombres, como el acero, se templan: aumentan su coraje, su amor propio, su solidaridad mutua. Y también se desarrolla su sentido de la justicia, porque la justicia, de acuerdo con Proudhon (…), es algo que brota de la indignación ante la humillación infligida a otros. […]

     […]el mito de la huelga general. No hay que confundir huelga general sindicalista con la huelga corriente, industrial o “política”, que no es más que un esfuerzo por obtener de los amos, mediante la coacción, mejores condiciones de trabajo o salarios más altos, y que presupone la conformidad con una estructura social y económica común al propietario y a su esclavo asalariado. Esto es un mero regateo, lo más contrario a la verdadera lucha de clases. El mito de la huelga general sindicalista es un llamamiento a la demolición total del mundo abominable del cálculo de pérdidas y ganancias, del tratamiento de los seres humanos y sus facultades como mercancía o material de manipulación burocrática: el mundo del consenso y la armonía social ilusorios, de los expertos en economía y sociología que, al servicio de uno u otro amo, tratan a los hombres como objeto de cálculo estadístico, “material humano” maleable, olvidando que detrás de esas estadísticas hay seres humanos vivos, no tanto portadores de unas necesidades normales –cosa que no parece preocupar mucho a Sorel- como agentes morales libres, capaces de resistir colectivamente y crear y conformar el mundo según su voluntad.

     […]La huelga general es la culminación de una militancia y “violencia” crecientes, cuando, en un acto de voluntad colectiva concentrada, los trabajadores, de forma concertada, abandonen sus fábricas y talleres y tras replegarse al Aventino se alcen como un solo hombre para infligir una derrota total, aplastante, permanente y “napoleónica”, al sistema execrable que les distribuye en los comportamientos y jerarquías de Durkheim y Comte, y al hacerlo les despoja de su esencia humana. Es la gran sublevación humana de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas, de los luchadores de la libertad frente a los “mercaderes, intelectuales, políticos”: la pandilla miserable de los amos del mundo capitalista y sus mercenarios, hombres sacados de la nada, comprados y absorbidos por la jerarquía, ambiciosos y planificadores de la sociedad, buscadores de poder o nivel social de la derecha y de la izquierda, promotores de sociedades basadas en la avaricia y la competencia, o en la opresión asfixiante de una organización racional implacablemente perfecta.

     […]sin un mito no se puede crear un movimiento proletario enérgico. […]

     […]El arma de los trabajadores es la violencia. […]El conflicto de clases es condición normal de la sociedad, y hay un empleo continuo de la fuerza en contra de los productores, esto es, de los trabajadores, por parte de los explotadores. Esta fuerza no consiste necesariamente en una coacción abierta, sino en el control y la represión mediante unas instituciones que, premeditadamente o no, surten el efecto, (…)de fomentar el poder de la clase propietaria. Hay que oponer resistencia a esta presión; pero el resistir a una fuerza con otra desembocaría probablemente, como sucedió en la revolución jacobina, en la sustitución de un yugo por otro, de los amos antiguos por otros nuevos. […]La fuerza, por definición, reprime; la violencia dirigida contra ella libera. Solamente infundiendo temor a los capitalistas pueden los trabajadores quebrantar su poder, la fuerza que se ejerce contra ellos.

     […]Tal es, en efecto, la función de la violencia proletaria: no la agresión, sino la resistencia. La violencia es la destrucción de las cadenas, el preludio a la regeneración. […]la violencia como arma de la libertad.

(*) Trad. María Luisa Balseiro
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vencer al enemigo

 

                                        para Joss

hollar con pies desnudos
el páramo que el tiempo
y la ceniza imaginaron

vencer al enemigo

argumentando islas
anticipando ausencias
huyendo del inútil sacrificio

                                                       

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